Niño desértico


Tú aún no lo sabes,
pero la vida es una autovía en hora punta;
quizá no debería adelantarte
acontecimientos y permitirte hundir
los pies en el lodo de los fracasos,
fracasos oscuros de lodos negruzcos
que a diario invaden las aceras.

Tú aún lo ignoras
y buscas una salida.

Te veo, serio, digno,
y sé que piensas en recorrer el mundo,
tú solo, en un barco azul y brillante,
para dormir una siesta
donde el horizonte une lo imposible.
Tú aún no lo sabes,
no lo sabes porque tienes la piel
del color del desierto al mediodía,
y los ojos del tono
que el desierto adquiere en el ocaso,
y piensas que puedes contar
cada grano del desierto, todavía.

Quizá no debería decirte
que las ciudades son habitadas
por ejércitos de moribundos, por enjambres
de túneles, por ascensores solitarios,
quizá prefieras desconocer
que los mortales detestan los desiertos
y que con sus teas alzadas, iracundas,
buscan y persiguen
a los que lleváis el aroma de los dioses
alrededor del cuello.
Tarde o temprano
te harán conocer lodos oscuros,
pues los lodos igualan, vuelven a los semidioses como tú
en tristes soldados de ejércitos errantes.

Pero duerme, niño desértico,
pues la vida es un espejismo en hora punta,
y no tienes por qué comprender aún
los mapas sin salida de las ciudades.

Comentarios

  1. El futuro de la juventud es incierto. Este poema intenta recorrerlo.

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  2. En el vídeo el autor locuta el poema con una imagen de Laurent Perrot y música de Antonio Montilla.

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