A lo lejos,
palpitante como un latido o un escalofrío,
la llanura corre a
unirse al horizonte. Yo quisiera ser
igual de pleno que
esa llanura, igual de indiferente
ante su propia
naturaleza, no preguntarme jamás
qué significa ser
llanura, qué es la trascendencia.
Quisiera iluminarme
por las mañanas con las primeras luces,
bañarme en oros y
en caléndulas, dejar que el viento
sobre mí pasara sus
dedos de duende, que sobre mí lloviera,
sentir los pies
diminutos de la tarde, serena y tranquila,
sin prisas ni metas,
ser testigo de las últimas luminosidades
que buscan el
horizonte para apoyar su cabeza, ser llanura
sin luchar por ser
llanura, abrazar los siglos, enterrar mi pena.
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