Bohemian Rhapsody

Yo conocía a Rami Malek por su papel en la muy recomendable serie Mr. Robot, donde interpretaba espectacularmente a un inquietante hacker que trataba de hundir la banca mundial. Y conocía a Queen de escuchar en la radio sus canciones, o sus himnos, pues han hecho historia. Freddie Mercury es un símbolo potente, provocador, transgresor, necesario en la aridez de nuestro panorama artístico más comercial. Pero desconocía la figura, el hombre sensible y atormentado que se parapetaba tras una máscara de excentricidad y éxito. Bohemian Rhapsody, el biopic que toma por título uno de los hits de este cantante imposible de catalogar, nos muestra al hombre inseguro que hay tras la leyenda y cómo llegó a la formación del mito, la relación con su familia, con la amiga y confesora con la que estuvo a punto de casarse, con los miembros de su banda, con sus distintos managers (alguno de los cuales lo envolvió enfermizamente), y su proceso de creación. Y todo lo hace con una narración rica e interesante (atención a la fotografía y los movimientos de cámara, que nutren la historia sin despistarte) y las dosis justas de épica y melodrama, que también tiene. Era muy difícil contar la historia de este hombre que tuvo que enfrentarse a la homofobia y a una sociedad que lo adoraba y despreciaba a partes iguales. Freddie Mercury fue una víctima de la incomprensión y de la grandeza de su propio talento, una víctima del VIH, pero sobre todo un hombre que luchó por ser quien realmente era con toda honestidad y franqueza, pesara a quien pesara, incluso a sí mismo. Con la perspectiva del tiempo ahora podemos retomar su figura como la de un adelantado a su tiempo y podemos rendirle este merecido homenaje póstumo. Porque Freddie Mercury, el luchador, el rompedor de barreras y prejuicios, hoy nos hace más falta que nunca

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